martes, 25 de septiembre de 2007

Aniversario del traslado de Guadalupe a la Catedral




















Uno de los mayores desastres que ha azotado a la ciudad de México fue, sin duda, la inundación de 1629. Según Richard Everett Boyer, en su libro La Gran Inundación, las aguas anegaron las calles de la capital mexicana por más de cinco años e, incluso, fue necesario pedir asistencia a gobiernos extranjeros para rescatar la ciudad.

La tormenta comenzó el 11 de septiembre (día de san Mateo) de 1629 y las lluvias no cesaron, sino hasta 1634. Everett describe que las aguas cedieron totalmente terreno hasta 1638. El bordo oriente de la capital fue rebasado por el aún sobreviviente Lago de Texcoco y las aguas alcanzaron “cuatro varas de altura” (cerca de 3 metros y medio). La situación política, económica y social se agravó; la vida de los naturales, criollos y peninsulares llegó casi al colapso. Las circunstancias obligaban un milagro.














La intercesión de Guadalupe

Con el fin de socorrer a la ciudad de la desastrosa inundación, el entonces arzobispo Francisco Manso y Zúñiga dispuso que, para alcanzar del Cielo el remedio a tan grave calamidad, se trasladara inmediatamente la imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe, desde su Santuario del Tepeyac a la Iglesia Catedral de la capital.

La imagen fue llevada en una gran procesión presidida por el Sr. Arzobispo, el Virrey, sacerdotes y religiosos, todos a bordo de canoas que los desplazaron a través del centro de la ciudad, pues las calles y calzadas estaban completamente inundadas.

A su llegada al recinto, la imagen de la Virgen Morena fue solemnemente colocada en el Altar Mayor y se realizaron diversos actos devocionales ante ella. Para los asistentes, la mayor ocupación fue implorar el auxilio y socorro por el bien de la ciudad y sus habitantes. Ese día, se comprobó la viva fe del pueblo sencillo ante su Madrecita de Guadalupe.

La Virgen permaneció en la Catedral de México hasta 1634, cuando el nivel del agua descendió en las calles de la ciudad. Aquella dolorosa inundación de cinco años puso a prueba de la fe auténtica de la gente y el acercamiento sin igual a la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe.






















Memoria y fe

Para no olvidar esta presencia tan importante, en la Catedral, dentro de la Sacristía, en el muro frontal (detrás de un oratorio y una figura de Cristo crucificado fabricada en marfil), se incrustó una imagen de la Morenita del Tepeyac, con una leyenda que rememora el acontecimiento.























Es esta presencia la que busca recordar que en la iglesia Catedral estuvo la sagrada imagen original de Nuestra Madre Santísima de Guadalupe. La constancia que quedó con el cuadro no se puede ver actualmente porque se halla oculta detrás del mueble que alberga al crucifijo de marfil que fue colocado en 1957 por el artista Miguel Ángel Soto.

Después de la inundación de 1629, la gente de la ciudad de México acrecentó considerablemente su devoción a la Virgen de Guadalupe. La imagen estaba en medio de una Catedral y desde el Altar Mayor parecía decir para consuelo de todos los capitalinos: “¿No estoy aquí, que soy tu madre?”.











Fotografia; Angel Pineda-Blancarte

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