¿Quieres de verdad ser santo? -
Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces. (Camino, 815)
Tienes obligación de santificarte. -Tú también. -¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: "Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto". (Camino, 291)
Rectificar. -Cada día un poco. -Esta es tu labor constante si de veras quieres hacerte santo. (Camino, 290)
Ser fiel a Dios exige lucha. Y lucha cuerpo a cuerpo, hombre a hombre –hombre viejo y hombre de Dios–, detalle a detalle, sin claudicar. (Surco, 126)
Hoy no bastan mujeres u hombres buenos. –Además, no es suficientemente bueno el que sólo se contenta con ser casi... bueno: es preciso ser "revolucionario". Ante el hedonismo, ante la carga pagana y materialista que nos ofrecen, Cristo quiere ¡anticonformistas!, ¡rebeldes de Amor! (Surco, 128)
Si no es para construir una obra muy grande, muy de Dios –la santidad–, no vale la pena entregarse.Por eso, la Iglesia –al canonizar a los santos– proclama la heroicidad de su vida. (Surco, 611)
domingo, 30 de septiembre de 2007
martes, 25 de septiembre de 2007
Aniversario del traslado de Guadalupe a la Catedral
Uno de los mayores desastres que ha azotado a la ciudad de México fue, sin duda, la inundación de 1629. Según Richard Everett Boyer, en su libro La Gran Inundación, las aguas anegaron las calles de la capital mexicana por más de cinco años e, incluso, fue necesario pedir asistencia a gobiernos extranjeros para rescatar la ciudad.
La tormenta comenzó el 11 de septiembre (día de san Mateo) de 1629 y las lluvias no cesaron, sino hasta 1634. Everett describe que las aguas cedieron totalmente terreno hasta 1638. El bordo oriente de la capital fue rebasado por el aún sobreviviente Lago de Texcoco y las aguas alcanzaron “cuatro varas de altura” (cerca de 3 metros y medio). La situación política, económica y social se agravó; la vida de los naturales, criollos y peninsulares llegó casi al colapso. Las circunstancias obligaban un milagro.
La tormenta comenzó el 11 de septiembre (día de san Mateo) de 1629 y las lluvias no cesaron, sino hasta 1634. Everett describe que las aguas cedieron totalmente terreno hasta 1638. El bordo oriente de la capital fue rebasado por el aún sobreviviente Lago de Texcoco y las aguas alcanzaron “cuatro varas de altura” (cerca de 3 metros y medio). La situación política, económica y social se agravó; la vida de los naturales, criollos y peninsulares llegó casi al colapso. Las circunstancias obligaban un milagro.
La intercesión de Guadalupe
Con el fin de socorrer a la ciudad de la desastrosa inundación, el entonces arzobispo Francisco Manso y Zúñiga dispuso que, para alcanzar del Cielo el remedio a tan grave calamidad, se trasladara inmediatamente la imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe, desde su Santuario del Tepeyac a la Iglesia Catedral de la capital.
La imagen fue llevada en una gran procesión presidida por el Sr. Arzobispo, el Virrey, sacerdotes y religiosos, todos a bordo de canoas que los desplazaron a través del centro de la ciudad, pues las calles y calzadas estaban completamente inundadas.
A su llegada al recinto, la imagen de la Virgen Morena fue solemnemente colocada en el Altar Mayor y se realizaron diversos actos devocionales ante ella. Para los asistentes, la mayor ocupación fue implorar el auxilio y socorro por el bien de la ciudad y sus habitantes. Ese día, se comprobó la viva fe del pueblo sencillo ante su Madrecita de Guadalupe.
La Virgen permaneció en la Catedral de México hasta 1634, cuando el nivel del agua descendió en las calles de la ciudad. Aquella dolorosa inundación de cinco años puso a prueba de la fe auténtica de la gente y el acercamiento sin igual a la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe.
Con el fin de socorrer a la ciudad de la desastrosa inundación, el entonces arzobispo Francisco Manso y Zúñiga dispuso que, para alcanzar del Cielo el remedio a tan grave calamidad, se trasladara inmediatamente la imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe, desde su Santuario del Tepeyac a la Iglesia Catedral de la capital.
La imagen fue llevada en una gran procesión presidida por el Sr. Arzobispo, el Virrey, sacerdotes y religiosos, todos a bordo de canoas que los desplazaron a través del centro de la ciudad, pues las calles y calzadas estaban completamente inundadas.
A su llegada al recinto, la imagen de la Virgen Morena fue solemnemente colocada en el Altar Mayor y se realizaron diversos actos devocionales ante ella. Para los asistentes, la mayor ocupación fue implorar el auxilio y socorro por el bien de la ciudad y sus habitantes. Ese día, se comprobó la viva fe del pueblo sencillo ante su Madrecita de Guadalupe.
La Virgen permaneció en la Catedral de México hasta 1634, cuando el nivel del agua descendió en las calles de la ciudad. Aquella dolorosa inundación de cinco años puso a prueba de la fe auténtica de la gente y el acercamiento sin igual a la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe.
Memoria y fe
Para no olvidar esta presencia tan importante, en la Catedral, dentro de la Sacristía, en el muro frontal (detrás de un oratorio y una figura de Cristo crucificado fabricada en marfil), se incrustó una imagen de la Morenita del Tepeyac, con una leyenda que rememora el acontecimiento.
Para no olvidar esta presencia tan importante, en la Catedral, dentro de la Sacristía, en el muro frontal (detrás de un oratorio y una figura de Cristo crucificado fabricada en marfil), se incrustó una imagen de la Morenita del Tepeyac, con una leyenda que rememora el acontecimiento.
Es esta presencia la que busca recordar que en la iglesia Catedral estuvo la sagrada imagen original de Nuestra Madre Santísima de Guadalupe. La constancia que quedó con el cuadro no se puede ver actualmente porque se halla oculta detrás del mueble que alberga al crucifijo de marfil que fue colocado en 1957 por el artista Miguel Ángel Soto.
Después de la inundación de 1629, la gente de la ciudad de México acrecentó considerablemente su devoción a la Virgen de Guadalupe. La imagen estaba en medio de una Catedral y desde el Altar Mayor parecía decir para consuelo de todos los capitalinos: “¿No estoy aquí, que soy tu madre?”.
Después de la inundación de 1629, la gente de la ciudad de México acrecentó considerablemente su devoción a la Virgen de Guadalupe. La imagen estaba en medio de una Catedral y desde el Altar Mayor parecía decir para consuelo de todos los capitalinos: “¿No estoy aquí, que soy tu madre?”.
Clausura el Cardenal Rivera Congreso de los Santos 2007
Con una solemne Misa presidida por el cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México y acompañado por Mons. Roberto Balmori Cinta, Obispo de Cd. Valles, concluyó el Congreso de los Santos 2007 en el D.F.
En su mensaje, el Arzobispo de México destacó la labor de quienes organizaron el evento así como la exhortación a imitar los ejemplos de vida de quienes “ganaron el titulo de Siervos fieles”.
Destacando la diversidad de carismas que el Espíritu Santo ha depositado en los hombres y mujeres que han formado congregaciones y familias misioneras presentes, el Arzobispo de México advirtió que los católicos dudamos mucho en actuar en consecuencia a nuestra fe “al no saber administrar los dones que nos da”.
Refiriendo la parábola del mal administrador que se lee este domingo, el cardenal sentenció la mala administración del dinero “tan lleno de injusticias” y sin embargo, sabiendo administrarlo “es fuente de trabajo, alegría y desarrollo para los demás”.
Advirtió que el dinero para el cristiano no puede considerarse como algo malo: “al que tiene esa posibilidad, tiene una responsabilidad mayor, la de ser buen administrador para que esas riquezas que el Señor te concedió, trabajen para producir mas riquezas en los demás”. Puntualizó ese es un principio de caridad que conduce a la Santidad, la cual no es respetada por los sistemas políticos actuales.
“No conviene seguir este principio de bien a las grandes potencias, a los organismos internacionales, a los grandes bancos, con la excusa de que el mercado se regularice, que no existan crisis económicas…”
Como ejemplo citó al marinero que naufraga y arroja la mercancía que lleva porque sabe que tiene personas a bordo que debe salvar, “mientras para quienes gozan del poder son mas importantes las mercancías”. Añadió que la vivencia de la caridad, como camino a la Santidad, no se ejerce citando la situación del libre comercio en el continente “las mercancías pueden recorrer todo el continente con libertad, las personas no. No estamos siguiendo el camino del Evangelio”
Concluyó exhortando a los presentes a imitar la caridad en Cristo fuente de verdadera santidad a quines fundadores y religiosos siguieron y ahora indican el camino a seguir.
***
En su mensaje, el Arzobispo de México destacó la labor de quienes organizaron el evento así como la exhortación a imitar los ejemplos de vida de quienes “ganaron el titulo de Siervos fieles”.
Destacando la diversidad de carismas que el Espíritu Santo ha depositado en los hombres y mujeres que han formado congregaciones y familias misioneras presentes, el Arzobispo de México advirtió que los católicos dudamos mucho en actuar en consecuencia a nuestra fe “al no saber administrar los dones que nos da”.
Refiriendo la parábola del mal administrador que se lee este domingo, el cardenal sentenció la mala administración del dinero “tan lleno de injusticias” y sin embargo, sabiendo administrarlo “es fuente de trabajo, alegría y desarrollo para los demás”.
Advirtió que el dinero para el cristiano no puede considerarse como algo malo: “al que tiene esa posibilidad, tiene una responsabilidad mayor, la de ser buen administrador para que esas riquezas que el Señor te concedió, trabajen para producir mas riquezas en los demás”. Puntualizó ese es un principio de caridad que conduce a la Santidad, la cual no es respetada por los sistemas políticos actuales.
“No conviene seguir este principio de bien a las grandes potencias, a los organismos internacionales, a los grandes bancos, con la excusa de que el mercado se regularice, que no existan crisis económicas…”
Como ejemplo citó al marinero que naufraga y arroja la mercancía que lleva porque sabe que tiene personas a bordo que debe salvar, “mientras para quienes gozan del poder son mas importantes las mercancías”. Añadió que la vivencia de la caridad, como camino a la Santidad, no se ejerce citando la situación del libre comercio en el continente “las mercancías pueden recorrer todo el continente con libertad, las personas no. No estamos siguiendo el camino del Evangelio”
Concluyó exhortando a los presentes a imitar la caridad en Cristo fuente de verdadera santidad a quines fundadores y religiosos siguieron y ahora indican el camino a seguir.
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Momentos más tarde el cardenal acompañado por una numerosa comitiva recorrió los módulos de las distintas congregaciones reunidas donde se expusieron los diversos ejemplos de santidad de cada comunidad. Mons. Balmori fue uno de los exponentes del congreso pero además uno de los familiares directos de una causa de beatificación: la de sus padres.
El evento contó asistencia de más de mil visitantes, doscientos religiosos y la presencia de grandes expositores como el Pbro. Dr. Tomás Hijar, coadjuntor en la Canonización de los mártires Mexicanos de Jalisco; Mons. Sergio Obeso, obispo emérito de Xalapa, la Dra. Teresa de Jesús Ruiz, entre otros.
Inició el Congreso de los Santos en la Ciudad de México
Con la bendición de Mons. Carlos Briceño Arch, obispo auxiliar de la I Vicaría Episcopal “Santa Maria de Guadalupe y Mons. Guillermo Moreno Bravo, Vicario General del Área administrativa inició la Exposición sobre la Santidad organizada por la Comisión para la Causa de los Santos este 22 y 23 de septiembre.
El evento realizado en el Colegio Simón Bolívar en la Colonia Insurgentes-Mixcoac, ha congregado una gran parte de religiosos y religiosas e invitados especiales que presentan diversas vidas ejemplares que aspiran a ocupar un lugar en el número de los santos.
Este día participaron el Pbro. Dr. Tomás de Hijar Ornelas, consultor en el proceso de Canonización del padre Cristóbal Magallanes y 25 compañeros mártires en el año 2000 y los beatos Flores y compañeros mártires en el año 2005. En su exposición sobre los mártires mexicanos, el P. Hijar señaló la importancia de “saber para que se nos dan los santos”, ya que refiere “los católicos en México no hemos alcanzado el grado de madurez y de respuesta ante la oportunidad que los santos nos dan”.
Señalo también que las causas de canonización deben ser tomadas como “una razón de orgullo local” al cuestionársele en el bajo numero de santos canonizados en México y América Latina: “Queremos santos pero a los que tenemos no les damos difusión, y tampoco procuramos aprovechar su ejemplo de vida”.
En el mismo orden del día participó también el Arzobispo Emérito de Xalapa, Ver. Mons. Dr. Sergio Obeso Rivera con la conferencia “San Rafael Guizar y Valencia, modelo de santidad para los mexicanos”. Durante su intervención señaló la importancia que tiene un santo para el mundo entero “Un santo es dado al mundo como modelo de caridad y trabajo”, refirió “Tenemos la oportunidad de proyectar al mundo nuestra caridad, compromiso y deseo de paz”. Mons. Obeso apuntó también el reto que implica hacer frente a las adversidades de la época ya que “construir una sociedad de amor solo es posible en la plena escucha y respuesta a Dios a ejemplo de San Rafael Guizar”.
Al finalizar su participación, Mons. Sergio Obeso invitó a todos los mexicanos en todo rango social a construir bases solidas para su crecimiento y progreso”.
Durante hoy y mañana continuarán las conferencias sobre la Santidad para los Laicosm la Vocación de la Familia y las exposiciones al tiempo de la muestra de los distintos candidatos a la beatificación y canonización así como la presencia de las reliquias de San Francisco de Asís, San Juan María Vianney y Santa Teresita del Niño Jesús.
Fotografia: Angel Pineda-Blancarte